Ventana
Estas tardes han sido oscuras, y oscuro se vuelve el salón cuando hay nubes tan densas como las que hemos tenido. Una auténtica lluvia alemana, una especie de sirimiri callado y persistente empapaba el jardín, avivando el ya de por sí brillante verde alemán.
Silencio ha sido la palabra. Me he preparado una tetera y me he sentado bajo la ventana casi una hora, viendo cómo oscurecía lentamente mientras la lluvia no dejaba de caer.
Era como estar en el Quai de la Balise.
He recordado aquellas páginas de Malpertuis en las que se describía la casa del Quai de la Balise, la luz verdosa que se filtraba por los ventanales esmerilados, la quietud de la mansión vacía. No se oía ni un reloj, ni un sólo ratón en toda la casa. Sólo, ab und zu, algún mirlo llorando fuera, o quizá celebrando la humedad que hará salir a las lombrices de sus túneles de tierra mojada.
Silencio ha sido la palabra. Me he preparado una tetera y me he sentado bajo la ventana casi una hora, viendo cómo oscurecía lentamente mientras la lluvia no dejaba de caer.
Era como estar en el Quai de la Balise.
He recordado aquellas páginas de Malpertuis en las que se describía la casa del Quai de la Balise, la luz verdosa que se filtraba por los ventanales esmerilados, la quietud de la mansión vacía. No se oía ni un reloj, ni un sólo ratón en toda la casa. Sólo, ab und zu, algún mirlo llorando fuera, o quizá celebrando la humedad que hará salir a las lombrices de sus túneles de tierra mojada.