Sol
La conocí en un chat. Me pareció muy agradable desde el principio, en parte por su sentido del humor y en parte porque tenía un toque de desvalimiento optimista que me hacía pensar en una niña a la que se le cae la bola del helado y te mira con una sonrisa entre resignada y divertida. Tardamos apenas una semana en empezar a vernos por la webcam.
Me confesó que se sentía muy sola. Que su trabajo la llenaba por completo, pero la obligaba a aislarse del resto del mundo por la necesidad de concentración y estudio que exigía, y que así era como había empezado a frecuentar los chats. Que veía a su familia un par de meses al año, y que sus mejores amigos apenas eran compañeros de trabajo. Me contaba todo esto con una risa nerviosa, alisándose el cabello rubio. Aunque con mala dentadura, tenía una sonrisa abierta y sincera que le iluminaba la carita delgada.
Una noche, casi medio año después de conocernos, me dijo que a causa de su trabajo iba a pasar unos 8 meses sin poder quedar conmigo. Para entonces yo sentía algo próximo al enamoramiento (algo precipitado, lo sé), y me quedé consternado. La asalté a preguntas, rompiendo el último reducto de privacidad tácita que habíamos establecido desde el principio: nunca me había dado explicaciones sobre su trabajo ni yo se las había pedido, pero entonces lo hice, y si consiguió a duras penas que nos despidiéramos sin malas palabras fue porque obviamente se sentía tan mal por no poder hablarme de ello como yo por no poder saber nada. Tragándome un gesto amargo, acepté sus disculpas y conseguí sonreír. Me prometió escribirme un mail en cuanto pudiera, nos enviamos un beso y cortamos la comunicación.
Tres días después, hice algo por primera vez desde que tenía veinte años: cogí la tienda de campaña y me fui a las afueras, al sitio donde solía acampar, que había cambiado poco; oscuro, tranquilo, junto a un bosquecillo que recordaba más grande. Aquella noche cayó la lluvia de estrellas más hermosa que jamás he visto… Hubo algo en esos puntitos luminosos que me llenó de alegría, de calor y esperanza: era como si brillaran con un propósito definido, dando forma a una idea. Me fui a dormir más contento que unas pascuas.
A los dos días volví a la civilización, con una sensación agradable aún rondándome. Dejé las cosas en casa y salí a dar un paseo, compré el periódico, me senté en un banco y comencé a leer. Entonces la vi en la página treinta y siete. Una foto de archivo, en blanco y negro, en la que sonreía con la misma expresión tímida que tan bien conocía. Junto a ella, tres fotos más, tres hombres, todos vestidos con un mono. No recuerdo el titular, sólo veo unas grandes letras negras, pero el artículo, que necesité leer cuatro veces seguidas para poder comprenderlo, hablaba de un viaje espacial, una expedición compuesta por una mujer y tres hombres que había despegado dos noches antes, que tenía que haber permanecido siete meses y medio alrededor de la Tierra, y que había terminado de forma terrible al estallar la nave apenas salía de la atmósfera. Las piezas más grandes que lograron encontrar apenas llegaban al medio metro.
Pasé algunas horas sentado en aquel banco, mirando al vacío, recordando su sonrisa y sus ojos risueños, y recordando también la lluvia de estrellas que había visto desde mi tienda de campaña, en la oscuridad, mientras aspiraba el aroma de la hierba y oía responder a los grillos en la noche de verano.
2 Comments:
Me ha gustado mucho!! Y está estupendamente escrito, da pena cuando se termina porqué apetece seguir leyendo!! Es una historia de amor muy bonita, breve por las circunstancias y triste por como términa pero a veces el amor también es triste.
Y mira que me gustan los finales felices, pero da menos reparo cuando has sido tú quien ha inventado los personajes....
Gracias! :D
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